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Si soy como una montaña rusa, entenderás por qué de repente parezco que voy enchufada a más no poder y por qué al segundo, es lo que me cuesta, me doy de hostias contra el suelo, por haber olvidado el puto paracaidas o porque un empujón a traición me quite los segundos que necesito para tirar de la anilla. No me gusta hacerme demasiadas ilusiones con las cosas, tienden a decepcionarte y no estoy por la labor de aguantar más interrogantes. Si no me doy más será que no me atrevo, pero porque no veo que el apoyo sea seguro. Me contagiaron demasiadas manías cuando la debilidad reinaba mis días, y ahora han formado auténticas cicatrices que a temporadas sangran más de lo debido. Lo que no te dije es que con cada una de ellas perdía sentimientos y mi falta de confianza impedía que desaparecieran sin que dejaran marca. Cuanto ha pasado..., uno, dos, tres años, que más da, si no puedo huir de mi misma, si cada mañana cuando me levanto parece que tenga que escalar la misma montaña una y otra vez, porque cada noche con el frio se hiela y vuelvo a resbalar, porque no tengo ni el equipo adecuado ni las fuerzas suficientes para ir subiendo sin bajar.

Si soy como una montaña rusa, ya sabrás que no tienes que hacerme mucho caso, que si hoy te digo que te quiero mañana igual decido que me marcho, si se te ocurre como hacer que mi montaña se acerque más a tu linea recta, probaré a intentarlo, eso sí, entonces igual dejo de gustarte, porque el aburrimiento y la monotonía me ahogan más que mi extraña adrenalina.